martes, julio 19, 2005

Bien vestido, bien recibido


Tenia ganas de comenzar una nueva entrada al blog colocando las caracteristicas de algunos de mis amigos, de tal manera que fueran identificables por ellos pero que no los expusieran de manera libre al resto, ya que eso supondría mostrarlos sin que ellos me lo hubiesen autorizado. Masticaba mentalmente esa buena crianza aprendida luego de años de esmerada y correctísima educacion sureña cuando era niño y alumno de profesores particulares de inglés y matemáticas mientras era sometido al germánico cuidado de serias y adustas señoras que hacian las veces de institutrices. Bueno, lo del inglés fue porque mi madre me había metido desde la infancia que si no sabia un idioma aparte del español (que por cierto, hablo mucho peor de lo mal que lo escribo), en el siglo XXI estaría condenado a la idiotez y al analfabetismo; lo de las matemáticas fue porque nunca me entraron los números en el colegio, ni con recompensas ni con cachuchazos; y lo de las nanas que mi padre llamaba con humor "institutrices" era porque pasaba la mayor parte del tiempo solo despues del colegio, y bueno, la televisión era algo que, a falta de Playstation en esos grises años 80, servia para matar las horas y no hacer las tareas.


En fin, estaba tratando de desarrollar esa idea cuando una amarga discusión con Chuchi a traves del messenger me hizo pensar en otra cosa.

Me dio lata.


A ver, les explico. Muchos de ustedes saben que soy un leguleyo (manera bastarda y despectiva para tratar a los abogados), que aunque soy nuevecito en este negocio ya a mis 33 años he aprendido bastantes trucos para sacar adelante una causa, por mas perdida y podrida que pueda estar, con su respuesta en crujientes billetes de Banco por parte del patrocinado... pero Chuchi, haciendo uso de una ácida y atinada crítica, me hizo saber que "cómo vas a ser profesional si no usas palm, no usas pc portátil, mas encima tu celular no es con plan... y nunca te he visto tu auto", para terminar con un remate que en una primera impresión me indignó, "creo que aparentas lo que no eres...".

Aplastante y decidora lógica femenina, qué les puedo decir...

Siempre creí que la integridad de cualquier profesional estaba dentro de su cabeza y en la experiencia ganada, más que en el título que se pueda colgar de la pared o en las cosas adquiridas, que buenamente puedan representar signos de éxito y status (eso suena muy ochentero, muy "American Psycho", pero asi me lo hicieron ver). Es cierto que en el ambiente de la abogacia las oficinas que se puedan alhajar dicen mucho, sobre todo si la oficina principal está dotada de un escritorio modelo senador con patas de leon, con un cenicero de marmol italiano en una esquina, con estanterías atiborradas de los tomos de la Gaceta Juridica o la Revista de Derecho y Jurisprudencia, y otros símbolos propios del gremio. Bueno... la oficina que yo ocupo en mi actual trabajo es mas bien modesta al lado de ésas que mas bien parecen uno de los salones del Trianon. Un módulo funcional, mas bien chico, con los tomos de la Gaceta y la Revista de Derecho contenidos en unos cuantos CD Rom convenientemente ordenados por ahi, un tazón burdeos en donde me preparo café, y claro, el computador en medio de todo.



En fin, una anodina discusión a traves de algo tan fútil como el messenger no iba en absoluto a quebrar mi esquema de cosas, pero de todos modos el mal sabor de boca subsiste, algo de rabia queda empozada por ahi, como cuando vas por la calle y desde la cuneta un conductor despistado te lanza agua a los pies. No te importa, no le das mayor relevancia, sigues caminando... pero igual te deja picando.



¿No será que, en su inocencia y candidez sabiamente ejercidas en las ultra tecnologizadas y felices oficinas de ABB, Chuchi despues de todo tiene razón?. Tal vez sí, en este medio lleno de clichés y de símbolos es necesario pintarse el cuerpo con tierra y gritar alto y fuerte para que el resto de la tribu sepa que cazaste a más mamuts que el resto; despues de todo quizá sea válido ganarte la admiración y el respeto de tus pares no con meritocracia sino exhibiendo y portando la mayor cantidad de juguetes electrónicos posibles... no sé. Tal vez Zamorano y Beckham tengan razón. No basta con el talento, los goles y los logros, es necesario además un gorro de lana que con letras bien grandes diga "Armani" y que la pareja sea modelo rubia, con tetas operadas y más tonta que una puerta. Y bueno, si se te cae algun "chiguá..." ¿qué tanto?. Morandé tiene un Porsche y un Rolex, aun cuando mucho más educado y culto pueda ser un modesto y correcto profesor jubilado.


De manera que así es, "bien vestido, bien recibido". Miren... y yo que habia renunciado al "stablishment" de la ropa con rombos o de las camisas Polo; de los almuerzos con sushi (que considero una siutiquería sólo comparable con la ya felizmente fenecida "nouvelle cuisine") y las interesantes conversaciones sobre golf en Augusta, esquí en Aspen y shopping en Coconut Grove.


En fin...

Para terminar, una anécdota. En una finísima reunión social que se llevó a cabo en el Club La Unión, al cual fui con motivo de un aniversario más del BCI, participé de un curioso intercambio de apuntes de viaje protagonizado por un grupo de empingorotados gerentes de area, ejecutivos y profesionales de alto vuelo. Saltó a la mesa Europa y, cómo no, París y Londres. Uno de los sujetos contaba, maravillado, la elegancia de la fachada de Buckingham y cómo se gastó toda la tarjeta de memoria de su cámara en tomas del palacio y de la guardia. Una mujer cerca, abogado de la fiscalía del Banco, le encontró la razón, cacareando alegremente sobre sus paseos por Picadilly Circus. Yo, humildemente, pregunté qué les parecía la gastronomía londinense. Era una pregunta que, en estas circunstancias, no fallaba nunca. El grupo me miró y se lanzó en una amena charla sobre las exquisiteces de la cocina inglesa, que el yorkshire pudding, que el no se qué, que el no sé cuanto...


Yo respiré sorprendido y aliviado, y les dejé el peso de su pretenciosa y falsa conversación llena de postales y lugares comunes...

Les cuento. Tenía muy claro que la cocina inglesa tradicional es una de las peores de Europa, casi superada en horror por la cocina moscovita y su tenebrosa sopa de repollo que es resabio de la ferocidad y estrechez comunista; aunque ahora último la invasión de restaurantes y sabores provenientes de Medio Oriente y Asia, de la mano de los inmigrantes, haya aplacado en algo el desastre gastronómico londinense. Quizá el plato más sabroso y menos atacante sea el fish and chips, especie de comida informal que puede conseguirse en cualquier carrito cercano a un parque, consistente en una presa de pescado apanada y frita acompañada de papas fritas, servidas en papel mantequilla y envueltas en hojas de diario, preferentemente The Sun. Son toda una delicia comerlas sentado en algun banco de la plaza con vista al Tamesis. Recordaba ese inconfundible sabor a pescado y fritura compartida con los amigos antes de un recital, la grasa en los dedos, el frío y la niebla, mientras a lo lejos la fiscal y el gerente debatian sobre especias, mezclas de sabores y místicos licores escoceses...



(...Y si es con esa mostaza inglesa con pepitas café, amarga y pastosa, mejor todavía...)

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