martes, julio 05, 2005

Frio en los dedos.

Llegué de la oficina, sintiendo frío en los dedos de las manos. La estufa estaba a un lado, cómplice y silenciosa, y en unos cinco minutos me encontraba arrellanado en mi muy confortable sillón ejecutivo de cuero negro, frente a mi escritorio. Quise encender un cigarrillo pero recordé que en días fríos me apesta sobremanera el olor del humo del tabaco, de ese tabaco malo y apelotillado de los cigarrillos esos que pueden encontrarse en manteles de hule tirados en la vereda a quinientos pesos la cajetilla, al lado de carritos ofertando sopaipillas (que navegan a medio cocinar en un charco de alquitrán burbujeante), flaites esperando sacar alguna billetera de algun bolsillo descuidado a la subida de la micro e imágenes semejantes. Recordé que adoro el sabor del chocolate en días fríos y grises, y sin más encendí el equipo de música, y puse el Trans Europe Express de los inmortales Kraftwerk.
Mientras me preparaba un té junto a un sandwich de nutella comenzaban a salir desde los parlantes enchapados en madera del equipo las primeras notas de Europe Endless, pulcrísimas y perfectas, que me hacían recordar los compases del noticiero de Radio Cooperativa que escuchaba cuando niño durante los desayunos antes de irme al colegio. Fui a mi sillón y, desconectado e insensible a lo que pasaba de la puerta de mi departamento hacia afuera, gocé con la música y con los sabores de mi sencilla y deliciosa merienda.
Numb... totally numb....
Encendí el PC, apagué el equipo de música y entre los mp3 de la carpeta de audio busqué Neon Lights, también de los Kraftwerk. Recordé que en el viaje a casa en metro iba una estupenda mujer rubia cerca mío, con ese clásico uniforme de secretaria o ejecutiva bancaria, pantalones ajustados beige, blusa blanca y casaca de cuero beige, ojos café claro y pelo largo, de bonito trasero y largas piernas; cerca de ella iba un oficinista de ojillos redondos e inexpresivos como los de un cerdo, boca semiabierta y papada, mas o menos bajo, panzón y de bolso portalaptop, y con La Hora bajo la axila derecha. Unos escolares más allá no paraban de reir y de espetarse bravuconadas unos a otros; una señora de lentes y con cara de aburrida suspiraba hacia el cielo del carro, "meet you there" en fondo verde; tres o cuatro esperpentos cuarentones de gorro de lana, mochila y parka azul y de bolsillos granates comentaban algún resonante y lejano triunfo de la famélica selección de fútbol...
Miré la hora, casi las nueve de la noche. Nice. Estaba por llegar la estupenda Jessica Risopatrón a tomar once conmigo y a terminar de ver la película The Shining, que habiamos empezado a ver antes de ayer, dejando el dvd marcado en la escena de la estupenda mujer desnuda que sale de la tina, y mientras besa al bueno de Jack Torrance se transforma para él en esa atroz vejezuela podrida y verde que lo persigue desnuda a través de la suite 237 del Overlook Hotel. La primera vez para Jessica que veia El Resplandor, para mi debería ser la numero diez o doce, no sé.
Siento pasos cerca, sé que es Jessica taconeando el suelo con sus magníficas botas vaqueras de cuero repujado café, enfundada en su abrigo de cuero café y moviendo su precioso cabello rubio al compás de cada paso. Me aburro demasiado en este departamento de cielo raso altísimo y paredes crema. No importa lo que haga, no importa si la estufa está o no encendida...tal vez la soledad y el cretinismo televisivo e informático siempre me provocan frío en los dedos.

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