martes, julio 05, 2005

Hamburguesas y 4 de Julio


Una costumbre yanqui, que es deglutida diariamente en millones de estómagos de todo el mundo, es la amada-odiada-asquerosa-colesterólica-pero-siempre-bienvenida hamburguesa. Y no me refiero a esa exquisita preparación con que en la casa de mi madre me castigo a veces (una deliciosa tortilla de carne magra molida y soya cocinada a la plancha, aglutinada con base para hamburguesas y acompañada de fresca ensalada compuesta de verdes hojas de lechuga, lujuriosos tomates rojos y apetitosos espárragos). No, naaaada de eso. Me refiero a esa horrible mezcla de grasa, frituras y agua carbonatada que tanto MacDonalds como Burger King nos quieren embuchar diariamente haciendo uso de una publicidad horrible y que siempre apela a los más chicos de la casa.




Hablar más sobre esta creación yanqui ya es de sobra conocido. En todas partes surgen los detractores y los defensores. Unos la cuestionan por su mantecoso contenido nutritivo, y otros la defienden afirmando que la mezcla de proteínas y vegetales es saludable y práctica, teniendo en cuenta que en un cómodo y bien empacado sándwich pueden encontrarse más vitaminas y nutrientes que en un guiso cualquiera.
A mi, eso del contenido nutritivo me importa una soberana raja. Sea bueno o malo (aunque más creo esto último), bien poco me interesa si la carne de la mentada hamburguesa es de vacas criadas en interminables y bien asoleados pastos argentinos o bien se trata de carne artificial creada en siniestros laboratorios bajo tierra. Lo que me revienta, lo que me asombra, es ver cómo la sacrosanta mezcla de hamburguesa-papas fritas-bebida es en todo el mundo una marca de fábrica del canibalismo comercial norteamericano; es ver cómo una bomba de calorías vacías es asociada inmediatamente con la aplastante maquinaria yanqui del american way of life (tanto o más prepotente y avasalladora que sus asonadas militares en Medio Oriente y Asia), siendo permitido y fomentado sin ningún cuestionamiento por nuestros amedrentados líderes tercermundistas, y todo eso gracias a ventanas publicitarias horrorosamente eficaces como el cine, la televisión de pago, y en general todo el mainstream venido desde el infierno de albina abundancia y violencia del país del norte.
Horroriza ver cómo en cada bombazo cinematográfico pagado por las gigantescas productoras de cine californiano viene implícita la obligación de consumir el “combo” de turno asociado a las figuras del film, de la misma manera como en la pantalla engullimos de golpe y sin saborear toda ese atracón de estímulos visuales y auditivos, importándonos bien poco el contenido intrínseco de todo ello, bien sea se trate de horrores que no quisiéramos saber, o bien porque las más de las veces no hay nada de provecho. El efecto es devastadoramente el mismo: CONSUMIR hasta la saciedad, y más allá aun, hasta reventar.
Los malditos yanquis lo saben todo, lo han estudiado todo, conocen nuestra psiquis y la manejan a entera voluntad. Saben maniobrar nuestros estímulos para llevarlos al consumo de los productos que sus obscenamente gigantes multinacionales saben hacer y distribuir hasta en el más pequeño y apartado de nuestros pueblos. Nunca necesitamos, al menos hasta hace medio lustro atrás, la cantidad y tipo de teléfonos celulares que ahora son un requerimiento desesperado del chileno medio; si veíamos o no la secuela de algun megaestreno no era algo que definiera nuestra vida; nos las batíamos lo más bien sin tener idea lo que era un Big Mac, un Whooper o una donut de chocolate rellena con... no sé, ¿jalea?.
Ok, ya sé lo que muchos piensan. Hay que agradecer la inversión extranjera, todas estas franquicias otorgan puestos de trabajo que antes no existían, que los proveedores, que los empleados, que los impuestos que recauda el Fisco... Sí, está bien, pero... ¿es necesario hipotecar nuestra integridad moral, nuestro tan cacareado libre albedrío, a unos pervertidos encargados de influenciar nuestro arbitrio desde lujosas y altísimas torres de cristal y concreto allá en Houston, Manhattan o Seattle...?


Sinceramente me da ASCO, un soberano asco ver cómo las producciones infantiles Disney van siempre malditamente asociadas a alguna promoción de figuras de plástico metidas dentro de las infames cajitas felices que estos degenerados nos venden por millones cada día. Así acostumbramos a nuestros influenciables mocosos chicos a asociar el juego con una comida determinada, creándoles una adicción inmediata al enlazar en sus inocentes cabecitas el placer de una actividad lúdica con los sabores repugnantes de una tortilla de carne y grasa molida mezclada con carbohidratos y frituras, todo bañado en bebida gaseosa plena de calorías vacías y cafeína. Y ese conjunto, directo a sus pequeños estómagos prepúberes, para horror de la gastroenterología pediátrica nacional.
Una digresión a todo esto. Ustedes conocen la serie de películas Batman, ¿no?, y saben que las dos primeras fueron dirigidas por Tim Burton, resultando un experimento estético muy cercano al comic negro y en algunos casos al cine expresionista alemán. Pues bien, la productora decidió sugerir amablemente a Burton que la próxima entrega de Batman quizá no sea del todo adecuada de dirigir por alguien de su talento y visión, por lo cual fue sacado de la jugada entregándole la responsabilidad de la tercera parte al alucinado y braquicéfalo Joel Schumacher, con el desastre que siguió luego y que hasta el día de hoy lo tiene limpiando los baños de la Warner.
Tiempo después, Burton supo que la razón de fondo fue que la multimillonaria alianza entre la productora y una cadena de comida rápida se fue al tacho luego de esta película porque a los niños les resultaba chocante y asqueroso asociar su “penguinburguer & chicken tenders” o su “big bat happy pack” con la figura del Pingüino en las cloacas de Ciudad Gótica escupiendo sangre negra desde su boca.
Esclarecedor, ¿verdad...?
La lógica perversa es la misma de los traficantes de droga, ampliar el mercado recurriendo al fomento de la adicción. Con la diferencia de que aquí no se trata de un flaite solapado en la esquina a la salida de algún liceo, sino de toda una industria transnacional y multidisciplinaria que mezcla medios escritos y audiovisuales en permanente campaña de captación de consumidores. Estudios de marketing, mensajes subliminales, machacones mensajes en todas partes... todo pensado para que a ti o a mi nos salive la boca cada vez que interrumpa nuestra vista el logotipo ese de los arcos amarillos o el del Burger King que, por la forma, mas bien recuerda una marca de detergentes.
¿Se han fijado en los colores que estos tipos usan...? Mucho rojo, amarillo, azul, colores básicos y sin combinar, buscando reacciones inconscientes facilistas y apelando al despertar de instintos primarios de hambre y deseos de consumo, siendo el interior de los locales jovial, juvenil y sin problemas. Todo pensado para una ingesta rápida mirando carteles que incitan a más consumo aun, o bien recordándonos que por cada $ 3.000 de carga en la tarjeta Multivía tenemos derecho a un combo Whooper mediano gratis. ¿Hambre?, a quien le importa, si estos combos están repletos de sodio que estimulan el consumo de gaseosa, el cual al entrar en nuestros estómagos provocan su ensanchamiento con el fin de que nuestra hambre no se sacie jamás, por mucho que nos hayamos zampado una Big Mac doble carne y papas fritas y bebida agrandadas.



Asi, en este putísimo cuatro de julio, que algunos cretinos seguramente estarán celebrando (así como sus hijos o ellos mismos celebran Halloween, el día de acción de gracias o el último estreno de Lucasfilm) en el interior de sus segmentadas cabezas ahítas de cafeína proveniente de Coca Cola o Starbucks, vaya este humilde y mal escrito pataleo y chuchadas varias a toda esa manga de rednecks gigantes que desde el infierno estadounidense se preocupan de depredar nuestros bosques con el fin de confeccionar los empaques para sus cada vez más repugnantes Cuartos de Libra con queso. Estos degenerados acostumbran celebrar su día de la independencia tirando petardos y lanzando cohetes al aire, y hoy, en una asquerosa y pornográfica muestra de poderío y millones han hecho estrellarse en su proyecto Impacto Profundo un proyectil contra un cometa en medio de la horrísona inmensidad espacial, en un calculado espectáculo pirotécnico gubernamental que deja, a las claras, quién es el dueño de la pelota hoy en día, quién tiene más dinero, quién gobierna el mundo, desde el mercado hasta nuestras mentes.


Lo pensaré cuando me llegue el próximo spam encuestándome sobre cual hamburguesa es mejor, si la BigMac o el Whooper.

1 comentario:

MagicTouch dijo...

No entiendo tu enojo. es 1) contra la gente tonta que permite este aprovechamiento por parte de las multinacionales, o 2) contra las multinacionales que no tienen ética suficiente al aprovecharse de estas personas.

De cualquier manera, creo que si no fueran los gringos, sería otro país al que le tocaría jugar en esa posición; me parece que es una consecuencia natural de un país/imperio con ese crecimiento.

Soluciones? Creo que valorar lo nuestro, sería un buen e interesante punto de partida. Sin embargo, irónicamente, creo que terminaremos comiendo en el Lomitón en vez del McDonalds/BurgerKing.

Saludos,

-Daniel